miércoles, 22 de abril de 2009
Escudos humanos a 22 centimos de euro.
Por el equivalente a unos 20 centavos de dólar por viaje, numerosos chicos palestinos se juegan la vida trabajando como escudos humanos en taxis y coches particulares en los controles militares israelíes. Como los soldados disparan a los vehículos palestinos con un solo ocupante, la presencia de los muchachos es prueba de que no hay un terrorista suicida al volante del automóvil. Sus vidas dependen de que los soldados noten su presencia.
Por Jonathan Steele
JAN JUNIS, Franja de Gaza.- Todos los días, Osama Jalid sube de un salto a uno de los coches y taxis que hacen cola en uno de los controles israelíes, se traslada unos 300 metros y se gana un shekel por el viaje. Este palestino de 11 años es un escudo humano con sanción oficial.
Para los soldados israelíes que observan la carretera con los ojos entrecerrados desde una torre de vigilancia, la presencia del muchacho es prueba de que al volante del automóvil que pasa por debajo de ellos no va un terrorista suicida. Se disparará de inmediato sobre los coches con un solo ocupante, según una advertencia israelí.
Por ello, los conductores dan a chicos como Osama el equivalente a 22 céntimos de euro por el corto viaje. Una multitud de chicos se apretuja en torno de los coches que esperan; aunque Osama a menudo trabaja 15 horas al día, por lo general sólo saca entre siete y 10 shekels (entre 1,5 y 2,2 euros).
"Muchas veces los chicos mayores nos echan a empujones para subir ellos. Y nos intimidan para que les entreguemos nuestra recaudación", dice cuando lo llevamos a su mísero hogar de bloques de cemento con cubierta de hierro corrugado, donde vive con sus padres y seis hermanos menores en las afueras de Jan Junis.
Cuando Israel anunció la total prohibición de viajar por la mayor parte de Cisjordania impuesta a los palestinos y los tanques sellaron parte de la Franja de Gaza, en represalia por los ataques palestinos que mataron a 13 personas en 24 horas, ninguna zona de Gaza fue tan desdichada como su extremo meridional.
Varios controles israelíes cortan la carretera principal y hay frecuentes cierres no explicados que dejan a los hospitales sin garantía de los necesarios suministros de medicamentos, retrasan a las ambulancias y ponen a las mujeres a punto de dar a luz en una situación crítica.
Los cierres significan que uno de cada 10 niños de menos de cinco años padezca desnutrición aguda, lo cual coloca a Gaza al nivel de Nigeria y Chad, según un estudio financiado por la Agencia de la ONU para el Desarrollo Internacional y publicado el lunes.
"Osama es el único que trae dinero a casa", dice Mirvat Jalid, su madre. El niño, de ojos brillantes, es flaco como un palillo. "Tomé pan y té para desayunar, y pan y un trozo de tomate y pepino por la tarde", dice. Las marcas excesivamente blancas de sus dientes son signo de deficiencia vitamínica.
"La gente está dejando de comer carne y fruta", informa el doctor Abdul Ati al Muzayen, tocólogo jefe del hospital Nasser de Jan Junis. Los vecinos asentamientos israelíes han levantado gigantescos invernaderos en el desierto a expensas del agua que necesita Jan Junis. "En algunas partes de la ciudad hemos estado tres días sin agua, y cuando viene no es apta para beber", cuenta el doctor.
"La gente tiene un sentimiento de desesperanza", afirma el doctor Eyad Zarqut, que dirige el equipo de intervención crítica que trabaja en el programa de salud mental de la comunidad de Gaza. "No hay escapatoria".