EFE
El Parlamento israelí acogió esta semana una conferencia convocada en busca de alternativas a la fórmula de los dos Estados para resolver el conflicto de Oriente Medio pero que ha aportado menos soluciones que problemas.
Las tres opciones barajadas en el foro cuentan con el rechazo del liderazgo palestino, ninguna garantiza la seguridad, la estabilidad y la paz a corto, medio ni largo plazo en la región, y una de ellas amenaza con desatar, además, una crisis con Jordania.
La primera de las posibilidades expuestas en la conferencia fue la reincorporación de Cisjordania al reino hachemí, donde se han alzado voces que denuncian que se trataría de una violación del acuerdo de reconocimiento entre Jordania e Israel.
Un grupo de parlamentarios jordanos ha pedido al gobierno de su país que se plantee el reconocimiento del Estado judío, y llegue a la ruptura de las relaciones diplomáticas establecidas en el año 1994, si el Parlamento o Knesset israelí no da marcha atrás en su decisión de someter la propuesta a estudio.
El paquete incluía devolver Gaza a Egipto, el otro país árabe que reconoce a Israel y a cuyo régimen laico le colocaría en el compromiso de responsabilizarse de una parcela gobernada por los islamistas Hamás, con quienes no tiene la mejor relación.
Tras la proclamación en 1948 del Estado de Israel, Cisjordania pasó formalmente a la soberanía de Jordania, y Gaza a la de Egipto, aunque hace décadas que ambos países árabes y limítrofes rompieron sus lazos administrativos con esos dos territorios palestinos ocupados por Israel en 1967.
La segunda receta que se cocinó en la Kneset es la que defienden los sectores locales más extremistas y postula la anexión de Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este (árabe), que Israel también ocupa desde la Guerra de los Seis Días de 1967.
Esa posibilidad acentuaría el carácter binacional del Estado judío hasta hacerlo en la práctica ingobernable.
El Estado de Israel incluye en la actualidad una comunidad árabe, que sumada a la población palestina y el crecimiento demográfico se convertiría en apenas una docena de años en una mayoría dominada por una minoría judía.
El panorama reforzaría la discriminación que ya sufre la comunidad árabe en Israel, y propiciaría una espiral de tensión imparable que obligaría al Estado judío a multiplicar su dispositivo represor, con consecuencias imprevisibles.
La tercera opción privilegia el mantenimiento, puro y simple, del estatus quo; esto es, que Jerusalén Este, Cisjordania y Gaza permanezcan -como desde hace más de cuarenta años y de manera indefinida-, bajo la ocupación militar de Israel.
Parece la fórmula que ha elegido el gobierno derechista de Benjamín Netanyahu, que se resiste a la creación de un Estado palestino y cuyos miembros comienzan a hablar abiertamente de que "hoy por hoy" lo mejor es "gestionar la actual situación".
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En esa línea se inscribe la declaración de un portavoz de Netanyahu que el jueves, el día en que el presidente estadounidense, Barack Obama, recibió al palestino, Mahmud Abás, dijo que la vida en las colonias judías "debe continuar con normalidad".
Y de esa misma política forma parte la propia convocatoria de la conferencia de la Kneset.
Según recoge el diario Jerusalem Post, el foro fue organizado por la diputada Tzipi Hotovely, del conservador partido Likud, que lidera el primer ministro israelí, y cuya intención fue "ayudar" a su jefe de filas a resistir "la presión" de Washington.
El encuentro, al que fue invitado el cuerpo diplomático, tuvo lugar el martes -veinticuatro horas antes de que Obama reiterara ante Abás la urgente necesidad de crear un Estado palestino-, con el título de "Alternativas a la fórmula de los dos Estados".
Y el epígrafe "perspectivas", que lleva camino de transformarse en sinónimo de "problemas".